miércoles, 4 de noviembre de 2015

La playa desierta



Las barcas estaban varadas en la playa desierta. El único sonido perceptible procedía del oleaje. Densos nubarrones amenazaban con descargar un aguacero. Oscurecía a pasos agigantados.

Con la cámara todavía colgada al cuello, miraba el horizonte sentado sobre un pequeño promontorio de arena sin percatarme que alguien se acercaba. Me di cuenta de que no estaba solo cuando oí una voz aflautada a mi espalda.

―Señor, señor, venga, por favor, hay un hombre tendido ahí delante, entre las barcas –me dijo un niño que debía rondar los siete u ocho años.

Me incorporé de un salto y, sin mediar palabra, le seguí a la carrera. Tendido entre las barcas que había estado contemplando hacía tan solo unos instantes había un cuerpo. No se movía. La oscuridad no me permitía distinguirle bien. Le aparté los cabellos mojados que le cubrían el rostro. Tenía una cicatriz que le atravesaba la mejilla izquierda. Era un hombre de unos cincuenta años. Le zarandeé pero no reaccionó. Acerqué el oído a sus labios. De su boca, entreabierta, no salía ni el más mínimo aliento. Le tomé el pulso. Ninguna señal de vida. Estaba ante un hombre muerto. Cuando me giré para preguntarle al niño si le conocía, había desaparecido. Se había esfumado. Me había quedado solo con un cadáver.

La comisaría, a aquella hora de la tarde, estaba extrañamente solitaria. Me costó Dios y ayuda convencer al policía que me atendió para que viniera conmigo a la playa donde había encontrado el cuerpo sin vida de aquel hombre. Cuando llegamos al punto que le indiqué, no había rastro de cuerpo alguno. Debió pensar que estaba loco o que le había tomado el pelo. Dirigiéndome una mirada cargada de ironía, me pidió que le acompañara de nuevo a la comisaría para prestar declaración. No lo podía creer. Primero desaparece el niño, luego el cadáver, y yo hecho un lío sin poder dar una explicación coherente de lo ocurrido.

Una vez en la comisaría tuve que contestar un sinfín de preguntas. Cómo era el niño que me había alertado, cómo era el hombre, quién era yo, dónde vivía, a qué me dedicaba, a qué había venido al pueblo y qué hacía en la playa a aquella hora y con aquel tiempo. Tras firmar la declaración me invitó a marcharme del pueblo.

Conturbado como estaba, preferí tomar algo en un bar cercano antes de regresar a casa. No volvería a pisar aquel pueblo en el que me había detenido solo para tomar unas fotografías del paisaje. Me tomaría una reconfortante copa de coñac y desaparecería al instante.

En el bar en el que entré interrumpí una discusión entre amigos. El más joven estaba hablando a voces al resto del grupo. Era alto y fornido y estaba de espaldas a la calle. Cuando pasé por su lado y le vi la cara quedé perplejo. Era el hombre de la playa, al que había encontrado muerto entre las barcas hacía poco más de una hora. Era él. No había lugar a dudas. Hablaba animadamente dirigiéndose a un grupito de ancianos cuyas manos, como sarmientos, sujetaban un vaso de vino. En un rincón distinguí al policía que me había tomado declaración. Me miraba como quien mira a un visitante molesto.

―Como me llamo Lucas que mañana acabaré de pintar la barca –afirmó vehemente el hombre de la playa.
―Pues acabo de oír por la radio que se acerca un temporal de cuidado –le respondió el que parecía más viejo.
―Sí, el hombre del tiempo ha dicho que se espera una tormenta. Mañana lloverá a cántaros. Así que yo lo dejaría para otro día –añadió otro de los contertulios.
―Bah, yo no me creo a esos meteorólogos de pacotilla. Si fuera a llover mi pierna lo notaría. Mañana, temprano, iré a la playa a terminar el trabajo, que ya va siendo hora.

No sabía qué pensar ni qué hacer. No podía decirle al policía que aquél era el hombre que hacía una hora yacía muerto entre las barcas, Seguro que entonces sí que me tomaría por loco. Por un momento pensé que quizá tenía un hermano gemelo. Deseché la idea al instante. Iba vestido igual y tenía aquella aparatosa cicatriz en la cara.

Anochecía. Tenía un fin de semana por delante. Nadie me esperaba en casa. Por mi profesión, soy un hombre curioso. Decidí pues quedarme y seguir los pasos de aquel hombre misterioso. Alquilé una habitación en una pensión cercana. Era el único huésped. Me levantaría al alba y acudiría a la playa tan pronto como saliera el sol. Esperaría el desarrollo de los acontecimientos. De paso, tomaría más fotos de la playa y de las barcas. El enigma y el lugar me inspirarían una de mis crónicas.

Pero el cansancio había hecho mella en mi cuerpo y desperté cuando el sol casi alcanzaba el cenit. Me vestí tan deprisa como pude. Salí corriendo de la habitación. Bajé las escaleras de dos en dos. La pensión estaba desierta. No había nadie en recepción ni en el bar. Salí a la calle y me precipité hacia la playa. Busqué las barcas. Estaban en el mismo lugar. La playa seguía desierta. Lucía el sol pero no había nadie pintando una barca. ¿Habría cambiado de opinión el tal Lucas? Esperé varias horas. El hambre arreciaba pero mi curiosidad la superaba. Permanecí sentado en el mismo promontorio que el día anterior observando la playa y sus alrededores. No había ni un alma. Nadie a la vista.

De pronto se levantó un aire frío de levante. El mar comenzó a agitarse. El oleaje era cada vez más violento y el cielo se cubrió de nubes oscuras y espesas. Estaba anocheciendo. Miré la hora: las seis y cuarto. ¿Cómo había transcurrido tanto tiempo sin percatarme? El cielo amenazaba lluvia. Decidí que allí no tenía nada que hacer. Había sido una pérdida de tiempo. Cuando me disponía a levantarme, oí unos pasos a mi espalda.

―Señor, señor, venga, por favor, hay un hombre tendido ahí delante, entre las barcas –me dijo el niño que un día antes me dejó a solas ante el cuerpo inerte de aquel desconocido.

Desde aquel instante, los acontecimientos se desarrollaron del mismo modo y en el mismo orden en que los había vivido apenas veinticuatro horas antes: el cuerpo sin vida de un hombre entre las barcas, la desaparición del niño, la comisaría con el mismo policía de guardia, el bar con idéntica clientela y con el mismo tema de discusión. Todo sucedió como la tarde anterior, cuando, sin saber muy bien porqué, decidí recalar en este pueblecito minúsculo junto a una playa desierta.

Quizá todo había sido una alucinación. Me acordé de la película “El día de la marmota” en la que el protagonista, atrapado en el tiempo, revive cada día los mismos hechos. Pero esto no era una fantasía, era real. Abandoné aquel pueblo sin más dilación. Cuando llegué a casa intenté infructuosamente hallar su nombre en el mapa. Nadie lo conoce. No existe. Solo yo soy capaz de encontrarlo cada vez que, tras la curva en la que me paré la primera vez para fotografiar la bahía, observo las mismas barcas varadas en la misma playa desierta.
 
 
Imagen: Fishing boads on the beach at Saintes-Maries-de-la-Mer. Pintura al óleo de Vincent Van Gogh (1988)


9 comentarios:

  1. Hola Josep. Mira, según iba leyendo me acordé también de la película que mencionas, y que por cierto ya no me acuerdo como termina, pero desde luego tu historia no tiene nada que envidiar a la de la marmota. Un relato con mucho suspense, y uno de los que se me ha hecho muy corto y me ha dejado con ganas de más.
    Misterioso y encantador, y como siempre un placer leer tus relatos Josep.
    Un abrazo.

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    1. Muchas gracias, Elda. En el taller de escritura creativa al que asisto, nos repartieron unas tarjetas con distintas imágenes en las que debíamos basarnos para un relato. A mí me tocó el cuadro de las barcas y de ahí salió esta historia un tanto intrigante. Cosas de la imaginación. Algo misterioso y fantasmagórico, añadiría yo.
      Un abrazo.

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  2. Un misterio por resolver para el protagonista y para nosotros, aunque yo tengo alguna teoría al respecto. En cualquier caso el ambiente con tintes irreales por momentos y la acción, narrada de forma fluída, nos sumerjen por completo en esta estupenda historia que como dice Elda, te deja con ganas de más :)

    Muy bueno, Josep. Debes de ser uno de los participantes más aventajados en el Taller de escritura que sigues. Gracias por compartir con nosotros tus trabajos!!

    Un fuerte abrazo.

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    1. El relato original tenía un párrafo adicional con el que terminaba la historia. Me recomendaron eliminarlo para, de este modo, dejar un final abierto y que fuera el lector quien sacara conclusiones sin darle demasiadas pistas.
      En todo caso, al terminar la lectura habría que preguntarse si uno cree en los fantasmas o en otras dimensiones.
      Muchas gracias, Julia, por tu visita y no creas, en el taller hay mucha competencia, jeje
      Un abrazo.

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  3. Fantástico relato, cargado de imaginación y suspense. Como bien dice Elda te deja con ganas de más.

    Enhorabuena y fuerte abrazo.

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  4. Fantástico relato, cargado de imaginación y suspense. Como bien dice Elda te deja con ganas de más.

    Enhorabuena y fuerte abrazo.

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  5. Gracias, Francisco, por tu comentario. Me alegro que el relato te haya parecido cargado de suspense. Esta era mi intención.
    Un abrazo.

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  6. Interesante propuesta, Josep. Ciertamente, lejos de los tintes fantásticos que recoge la historia, hay pueblos que parecen haberse detenido en el tiempo.
    Abrazo!!!

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    1. Me encantan los pueblos que no han variado ni un ápice a lo largo del tiempo. Otra cosa son los pueblos fantasmas, esos a los que solo se llega sin saber cómo o a través de la imaginación.
      Muchas gracias, Mª Jesús, por leerme y dejar tu comentario.
      Un abrazo.

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