viernes, 27 de febrero de 2015

Un saco de huesos


Estaba leyendo “Un saco de huesos”, de Stephen King, su escritor de novelas de terror favorito, cuando llamaron a la puerta. Consultó el reloj. Eran las seis.

Vio, por la mirilla, a un individuo alto y muy delgado que no conocía de nada y cuyo aspecto le dio mala espina. Aún así, y sin saber por qué, le abrió.

Según le dijo el desconocido, trabajaba para la oficina del censo y necesitaba recopilar una serie de datos con fines estadísticos. Así pues, le hizo pasar y le invitó a tomar asiento.

-Veo que le gusta Stephen King –le dijo el visitante mirando la novela que descansaba sobre la mesita contigua al sillón en el que estaba sentado su anfitrión.
-Pues sí. Me encanta la literatura de terror –le contestó éste, mientras la tomaba en sus manos y le mostraba la portada.
-Siento haberle interrumpido –añadió aquél con cara de circunstancias.
-No importa. Estaba a punto de dejar la lectura pues va a empezar Bones, mi serie de televisión favorita –le contestó, dándose cuenta que lo dicho equivalía a culparle de otra interrupción.
-¿Le gusta la investigación forense?
-Me gusta esta en particular. Resolver un asesinado a partir de los huesos de un cadáver me resulta francamente fascinante.
-Los muertos revelan muchas más cosas que los vivos –dijo el hombre sonriendo enigmáticamente.

Sus modales educados, tono de voz y sonrisa parecían contradecir la impresión inicial que le había causado aquel sujeto pero había algo en su mirada que no acababa de agradarle. A su edad, era gato viejo y sabía cuándo alguien escondía algo y aquel hombre no era lo que decía ser. Pero le había dejado entrar y ya no había vuelta atrás.

El interrogatorio al que le sometió acabó por intrigarle. ¿Qué interés podían tener para el censo aspectos como su estado de salud, sus últimas voluntades, si era donante de órganos, si tenía familia o amistades y cosas por el estilo?

Una vez se hubo ido el intruso, sintió un repentino escalofrío. Aquellas manos frías como témpanos, su mirada inquisitiva y su sonrisa sardónica al despedirse, no parecían propias de un ser vivo. Parecía como si la muerte le hubiera visitado.

-¡Será posible! Estás paranoico –se dijo en voz alta.

Miró el reloj con fastidio, seguro que Bones ya habría terminado, pero tan solo habían transcurrido unos minutos. ¿Cómo era posible!?

Desconcertado, se sentó en su sillón y encendió el televisor. El episodio de Bones acababa de empezar. Aún así fue incapaz de prestar atención. No podía dejar de pensar en aquel individuo y en sus preguntas. De pronto se sobresaltó pues comprendió el propósito de toda aquella farsa. Trabajara para quien trabajase, ese hombre le quería a él o, mejor dicho, a su cadáver. Quizá pertenecía a una red de traficantes de órganos y el propósito de su visita era asegurarse de que vivía solo, sin amigos ni parientes que pudieran interesarse por él en caso de desaparecer.

Parecía una locura pero no podía dejar de pensar en ello. Pero peor fue por la noche. No podía pegar ojo dando vueltas y más vueltas en la cama. ¿Quién sería y qué pretendía en realidad aquel hombre? ¿Volvería a por él? Y si era así, ¿cuándo? Si le contaba a alguien sus sospechas, ¿le creerían o le tomarían por loco? No sabía qué hacer.

Cuando despertó, estaba sentado en el sillón y el televisor encendido. A sus pies, la novela de Stephen King y el punto del libro en su regazo. Tras unos segundos de confusión, comprendió lo que había ocurrido: se había quedado dormido mientras leía la novela. No sabía en qué momento pudo haberle ocurrido como tampoco se explicaba el miedo que le invadía. Supuso que era producto de una pesadilla que había olvidado por completo. Miró el reloj. Era ya media mañana. ¿Cómo había podido dormir tantas horas sentado? Le dolían los huesos.

Confundido y con un terrible dolor de cabeza, decidió prepararse un café bien cargado. Antes de llegar a la cocina, llamaron a la puerta. Vio, por la mirilla, a un individuo alto y muy delgado que no conocía de nada y cuyo aspecto le dio mala espina. Aún así, y sin saber por qué, le abrió. Al hacerlo, tuvo una desagradable sensación de déjà vu.
 
 
 

lunes, 23 de febrero de 2015

Dos micros, dos pecados

Un regalo inesperado


Jaime, con todo su dinero, era el más miserable de los tacaños. Si Jorge, el hermanito consentido de su mujer, esperaba un gran regalo con motivo de su boda, estaba muy equivocado. Aunque ello le costara el divorcio, le obsequiaría con ese par de gemelos que había comprado, a precio de saldo, para la ocasión.

Cuando Jorge abrió la cajita, no podía creer tamaña generosidad por parte de su cuñado: unas llaves de un coche y, por el logo del llavero, ¡un BMW!

Los ojos de Jaime se le salían de las órbitas.

En un rincón, su esposa se estremecía de gusto con solo pensar en la cara que pondría cuando viera el descalabro qué había sufrido su cuenta bancaria.
 
 
Un pecado capital
 

En catequesis me enseñaron los siete pecados capitales. No los recuerdo al completo pero sí sé que el peor de todos es la envidia, porque, según nos decía el padre Damián, el envidioso nunca es feliz.

A mí me envidia casi todo el mundo pero Pablo el que más. Nunca ha soportado mi éxito en los negocios. Me odia porque asegura que le robé el proyecto con el que me hice multimillonario. ¡Qué proyecto ni qué niño muerto! Una idea que se le ocurrió por pura casualidad, sin saber qué hacer con ella. No está hecha la miel para la boca del asno.

Y encima dice que el envidioso soy yo. Si así fuera, no podría ser tan feliz.

 
 
 
 
 
 
 


sábado, 21 de febrero de 2015

PREMIO BLACK WOLF BLOGGER AWARD


A ver cómo lo explico.

En primer lugar diré que suelo ser bastante lento de reflejos, pienso demasiado las cosas, no acabo de decidirme. Que esto suceda cuando hay que tomar decisiones “delicadas” es, hasta cierto punto, comprensible pero que también suceda para cuestiones que son motivo de satisfacción, pues ya cuesta un poco entender.

¿A qué viene esto?

Pues a que hace ya unos días (no muchos, que conste) recibí la muy agradable sorpresa de haber sido nominado (en realidad este blog, aunque yo vaya con él que para eso soy su autor) al Black Wolf Blogger Award y la responsable de ello ha sido  mi compañera, seguidora y admirada bloguera, Julia C (palabrasylatidos.blogspot.com.es). Debo decir que Julia, ha sido, desde que descubrió mis blogs, una especie de hada madrina que me ha dado, con sus amables críticas, alas (como un Red Bull más que un Black Wolf) para seguir llenando de palabras e historias este blog, que pronto cumplirá dos años de existencia. Gracias, Julia, por tu apoyo.

Al igual que Julia, han sido y son ya un puñado de bueno/as amigo/as lo/as que me han venido apoyando en esto de escribir. Este premio significa, pues, otro empujón para seguir haciendo lo que hago aunque con una pizca más de alegría y de orgullo.

Hace no mucho, otro de mis blogs (cuadernodebitacora.blogspot.com.es) fue nominado al premio “Me quedo contigo”. Siendo la primera vez que recibía una recompensa de este tipo, me apresuré a aceptarlo y cumplir con las normas que implican seguir la cadena y nominar a otros blogs.

En esta ocasión, sin embargo, y de ahí viene lo de mi lentitud en la toma de ciertas decisiones, me he mostrado indeciso por el simple hecho de que las nominaciones que hice con motivo de aquel premio, no tuvieron la aceptación y/o repercusión que era de esperar. En otras palabras, casi nadie de los nominados se hizo eco de ello.

¿Y por eso no voy a aceptar el premio?

Pues claro que voy a aceptarlo. Pensándolo bien, sería injusto, por una parte, no corresponder a quien ha tenido la gentileza de nominarme, tomando el testigo que me ha pasado y, por otra, privar a otro/as compañero/as de una merecida nominación, seguramente más que la mía, con la que les obsequio independientemente de lo que hagan a continuación. 

Así que me he dicho “qué demonios, un premio es un premio –como si andara sobrado de ellos- y más si viene de compañero/as que, con ello, indican que aprecian tu trabajo”. Además, sería ilógico no aceptar un premio cuando,  paralelamente, me he presentado a “Premios 20 Blogs 2014”.
 
Por si alguien desconoce todavía las normas del premio, son las siguientes:

1. Pegar en lugar visible del blog la imagen del premio. Hecho.
2. Escribir y publicar lo que se siente, lo que te motiva este premio, y agradecer públicamente a quien te nominó. Cumplido, creo yo.
3. Nominar a quince blogs para el premio. Ya va.
4. Notificárselo a sus autores. Pues eso.
 
Así pues, mis blogueros y blogs nominados para este Black Worlf Blogger Awars son los siguientes (he omitido a algunos por haber recibido ya idéntica nominación, no vayan a sufrir un empacho por sobredosis):

- María:

poemasrecopiladosdemaria.blogspot.com.es
- Pedro Pablo de Andrés:

ultralas.blogspot.com.es
- Gabriel Bevilaqua:

elefantefunambulista.blogspot.com.es
- Elda:

eldagallego.blogspot.com.es
- Mari Carmen Fabre:

eseotrotiempo. logspot.com.es
- Fefa Martí Maldonado:

lascosasdelacaja.blogspot.com.es
- Mari Carmen Azcona:

maricarmenazcona.blogspot.com.es
- Mònica Om:

maspoesiamenoshipocresia.blogspot.com.es
- Fanny Sinrima:

palabrasnomadasdelviento.blogspot.com.es
- María del Mar Lana:

marlanapradera.blogspot.com.es
- Mily Murillo:

palabrascafeytabaco.blogspot.com.es
- Dolo Espinosa:

testamentodemiercoles.blogspot.com.es
- Veronica Mroczek:

compartiendolavida.wordpress.com
- Carmen Rubio:

relatosenlared.blogspot.com.es
- Aida Ramos:

instantesimperfectos.blogspot.com.es
 
Gracias al apoyo recibido por todo/as lo/as que me leen pues, lo realmente importante para mí es que mis blogs sean un lugar donde cada vez haya más visitantes que disfruten de lo que en ellos vean y lean. Este premio es, sin duda, el mejor medio de difusión para ello.

Y eso es todo, amigo/as. Ya sabéis donde tenéis a un “escribiente” dispuesto a entreteneros con relatos de diversa índole y género que salen de su, a veces desbocada, imaginación.
 

jueves, 19 de febrero de 2015

Inspiración inesperada



Se le cerraban los ojos y no había conseguido escribir ni una sola línea. Desde que enfermó, escribía por la noche porque, decía, le inspiraba. Pero hoy era distinto. Se sentía vacío. De pronto, notó una presencia a sus espaldas. Se giró creyendo que sería su mujer, que le pediría que se acostara, pero lo que vio lo dejó helado. Era la muerte. Venía a dictarle su última historia, su obra póstuma.
 
 
Microrrelato publicado en "Inspiraciones nocturnas". Diversidad literaria, S.L. 2015.
 

martes, 17 de febrero de 2015

Los años locos (continuación de JJS)



James se estrenó como agente secreto en un caso que quizá no era de los más difíciles pero sí de los más comprometidos, considerando la trascendencia nacional e internacional que tendría no lograr el objetivo marcado. Afortunadamente todo acabó bien, resolviéndose el caso sin demasiadas víctimas. James resultó ser un gran tirador, pocos habían visto una puntería como la suya, aunque eso le había costado muchas horas de entrenamiento en la galería de tiro de “la oficina”, como así llamaban familiarmente al centro de instrucción y prácticas del MI6.

Lo que James sacó de positivo de aquel primer caso no fue el reconocimiento de sus superiores sino algo mucho más mundano y frívolo pero, a la vez, más emotivo: conocer a Margaret, esa escultural pelirroja que hizo vibrar sus entrañas por primera vez en su insulsa vida tan pronto como la vio. Margaret debía actuar de cebo para cazar al jefe del comando enemigo como primer paso para desmantelar a ese grupúsculo terrorista que planeaba perpetrar el Regicidio.

Ah, claro, se me olvidaba decir que ese primer caso en el que participó JJS consistió, ni más ni menos, en frustrar un atentado contra Su Majestad la Reina.

James conoció –y se enamoró- de Margaret durante la primera reunión de planificación del operativo en el que ambos debían participar. Por fortuna para él, su papel estribaba en actuar como refuerzo, pues no estaba preparado para afrontar él solo la responsabilidad de una trama tan peliaguda. Debía, simple y llanamente, proteger la integridad física de la chica, ser su escudo protector e informar, en todo momento, de los progresos que ésta hacía en sus contactos con el jefe terrorista.

Como es de suponer, lo que debía hacer Margaret era seducir al cabecilla e introducirse, como quien no quiere la cosa, en su ambiente y, por ende, en la banda.

Como he dicho antes, el asunto tuvo un final feliz aunque con mucho tiroteo de por medio y sangre a raudales. JJS se cargó, él solo, a cinco de los terroristas. Pero para él lo más importante fue salvarle la vida a su amada, gracias a su pericia con la pistola, pues estuvo a punto de perderla durante la refriega. Como consecuencia de ese acto heroico, la pelirroja vio en James, no solo a su salvador, sino también al hombre de su vida. Desde entonces, para Margaret, todo él rezumaba perfección.

Como podéis suponer, entre ambos surgió un amor apasionado que hizo que no pudieran vivir el uno sin el otro. Como la Organización no permitía las relaciones sentimentales entre sus agentes, se vieron obligados a ocultar el amor que se profesaban. Pero aquello no era vida. Encuentros fugaces, intempestivos y en lugares recónditos. Incluso evitaban mirarse más de lo indispensable durante las reuniones de trabajo para que sus semblantes no les delataran.

En esta situación tan embarazosa tuvieron que compartir muchos otros casos que les obligaban a colaborar codo con codo. James siempre obsesionado por la seguridad de Margaret, disimulando sus verdaderos sentimientos y siempre celoso de cualquier acercamiento o comentario frívolo de los que ella era a menudo objeto por parte de sus camaradas.

Al cabo de dos largos años de vivir en una clandestinidad amorosa insostenible, las sospechas por parte de sus compañeros de que había entre ellos algo más que una simple amistad, se vieron confirmadas al ser descubiertos en uno de sus encuentros furtivos. Este hecho les valió una seria reprimenda y un ultimátum: o abandonaban esa relación prohibida o uno de los dos debía abandonar el MI6.

Como no podían vivir sin estar juntos y no era justo que uno de ellos se sacrificara por el otro, decidieron abandonar la organización los dos a la vez, dejando a su jefe inmediato con cara de besugo.

-¿De qué vamos a vivir ahora? –se preguntó Margaret en voz alta.
-Pues de lo que mejor sabemos hacer –le contestó James sin inmutarse.
-¿Qué quieres decir? –le preguntó ella intrigada
-Tú déjame a mí. Ya me imaginaba que tarde o temprano nos quedaríamos en el paro. Llevo algún tiempo dándole vueltas al asunto y he hecho algunos contactos que, si todo sale bien, nos sacarán del apuro y nos harán ganar incluso más dinero. Y, además, seguiremos corriendo aventuras en el más absoluto anonimato, tal como hemos venido haciendo hasta ahora.

Dicho y hecho. Al cabo de unas semanas, Margaret y James, empezaron una nueva vida repleta de emociones y de dinero. Trabajan siempre en pareja. Son inseparables y muy eficientes. Sus actuales compañeros les llaman “Bonnie and Clyde”. Ellos se lo toman a broma e incluso les satisface la comparación, aunque esperan no acabar como ellos.

James está viviendo la mejor etapa de su vida; sin duda una vida loca. ¡Qué lejos quedan aquellos años en el Banco!
 
 
 

sábado, 14 de febrero de 2015

JJS



Tras la cristalera que daba al jardín, James Joseph Stewart reflexionaba sobre su futuro inmediato. Pensaba si su decisión había sido acertada. A sus cuarenta años, todavía podía considerarse joven para ello. Fuerte, atlético, inteligente, astuto, eran cualidades más que suficientes pero, aun así, tenía sus dudas.

Jamie, como prefería que le llamaran, era alto, rubio, delgado pero musculoso, pero eran sus ojos, de un azul intenso y su mirada, enigmática y penetrante, lo que hacía suspirar a muchas mujeres. Aun así, no lograba encontrar una mujer con la que se sintiera a gusto. En el aspecto sentimental era un desastre. Su vida amorosa era prácticamente nula pero, a pesar de ello, no se sentía solo. Era un hombre solitario y de trato difícil, pero su vida también lo había sido.

De niño, le gustaba vivir a su aire, sin imposiciones, sin controles, sin ataduras. Era un niño abierto y comunicativo pero desde que su padre le enviara, con solo diez años, a ese horrible internado, su carácter jovial había sufrido un cambio radical. El aislamiento y la dura disciplina a los que tuvo que someterse durante aquella larga reclusión forzosa, le convirtió en un adolescente huraño. Las medidas represivas y los correctivos que había tenido que soportar en aquella institución, más propia de la época victoriana que de finales del siglo XX, le volvieron intratable y agresivo.

Durante su paso por la Universidad, estuvo a punto de abandonarlo todo, vivir al margen de convencionalismos y lanzarse a la aventura. Pero, sin medios económicos, no podía ni tenía el valor suficiente para hacerlo. Así pues, tuvo que acabar sus estudios de Económicas en Oxford, siguiendo la tradición familiar, para poder independizarse y tomar las riendas de su vida.

Así pues, en contra de los intereses de su padre, que pretendía que se quedara a su lado, en la empresa familiar, se marchó a Londres y, gracias a su brillante expediente académico, entró a trabajar en el Lloyds Bank donde hizo una fulgurante carrera, llegando, en solo cinco años, a ocupar el cargo de director de cuentas, posteriormente el de director financiero y antes de cumplir los cuarenta años de edad ya era director general de la entidad bancaria. Muchos, incluido él, le veían ostentando, en pocos años más, el cargo de presidente. Era tremendamente ambicioso y lo conseguiría.

Su éxito profesional no estuvo exento de conflictos pues fueron muchos quienes, movidos por los celos, intentaron boicotear con alevosía algunas de sus decisiones más audaces. Pero, gracias a su perspicacia y sangre fría, supo quitarse de encima a todo aquél que pudiera hacerle sombra y representar un obstáculo para su ascenso hasta lo más alto del organigrama. Su lema era “mano dura ante los problemas y los problemáticos”. Ello, no obstante, le significó un gran desgaste emocional que le convirtió en un ser odiado e incomprendido incluso por sus colaboradores más cercanos.

Su personalidad era un enigma. Nadie había llegado jamás a conocerle. Aparentemente introvertido y ausente, pero frio y calculador en la práctica, James o Mr. Stewart, como ahora se hacía llamar, nunca se sintió querido, ni por su familia ni por sus compañeros de estudios. Si bien al principio le dolía, ahora ya le era igual. No tenía amigos y sí muchos enemigos. En el terreno profesional era egocéntrico, prepotente y extravagante, pero sin duda brillante. Su peor defecto era, a ojos de los demás, la falta de emotividad, de empatía, hasta tal punto de que eran muchos los que creían que su problema era que sufría el síndrome de Asperger.

Al poco tiempo de ocupar su cargo de director general, se sintió hastiado de esa profesión a la que había acabado entregando su vida entera, él que siempre había querido ser un alma libre, sin ataduras ni convencionalismos. Sintió, de repente, una necesidad imperiosa de dar un vuelco a su aburrida existencia, cambiándola por otra totalmente distinta, no exenta de riesgos pero que le resultara apasionante.

Fue en esa etapa de incertidumbre cuando se le presentó una oportunidad con la que nunca habría soñado. Conoció a gente muy poderosa e influyente, tanto en el mundo de las altas finanzas como de la política. Varios fueron los que le tentaron para que entrara en política, pues tenía todas las dotes necesarias para ello. Pero solo una de entre las muchas propuestas que recibió le convenció para dar el gran salto. Ocuparía un puesto de gran responsabilidad, a medida de sus cualidades, haría un gran servicio al país sin que nadie supiera qué hacía exactamente, en pleno anonimato, como a él le gustaba, y con carta blanca para actuar con total impunidad, dentro de un orden, claro estaba. Eso le tentó sobremanera. Y JJS, como desde ahora se le conocería, había acabado aceptando. De eso hacía ya dos meses y la próxima semana llevaría a cabo su primera misión. Estaba nervioso. Esperaba estar a la altura. Nunca se hubiera imaginado que llegaría a trabajar en el MI6, al servicio de su graciosa Majestad.
 
 
CONTINUARÁ
 


jueves, 12 de febrero de 2015

Historas de bares

En un bar de cuyo nombre no quiero acordarme
 
 
 
 
Siempre sentado en el mismo rincón. Allí pasaba las horas y los días en silencio, pensando, haciendo planes ilusorios para salir del pozo en el que me hallaba. Delirios que me mantenían momentáneamente vivo.
 
Entre esas cuatro paredes me sentía a salvo de las inclemencias de la vida del vagabundo y también de las climatológicas, que todo hay que decirlo. Horas y horas consumidas ante un vaso de vino peleón que Juan, siempre tan amable conmigo, no me cobraba, hasta que éste me insinuaba sutilmente que ya era hora de abandonar el local y dejar la mesa libre.
 
El tiempo transcurrido en aquel viejo bar, más viejo que yo, fue el más feliz de mi pobre existencia. Desde que despuntaba el alba hasta media mañana y desde que oscurecía hasta la hora de cerrar, ya de madrugada, ese bar era mi refugio, mi hogar de adopción. Allí convivían mis recuerdos con mis esperanzas. Cada día igual. Hasta el día siguiente.
 
Cuando Juan murió, cerraron aquel bar. Allí dentro quedaron sepultadas mis ilusiones.
 
 

Sucedió en un bar
 
 
Te vi en un rincón del que había sido nuestro bar. Sola. Parecías triste. Supuse que allí buscabas mi recuerdo.

Tardé muchos días en decidirme. Te observaba sin ser visto, día a día, sin saber qué hacer. Hasta ayer.

Por fin me acerqué hasta tu rincón, el que cada día, a la misma hora, ocupabas, no sin que mis piernas sintieran un ligero temblor.

Cuando percibiste mi presencia, levantaste la vista con desgana. Nunca olvidaré esa mirada. No fue tu silencio lo que más me turbó, ni el desdén en tus ojos lo que más me hirió, sino ver esa misma mirada que me dirigiste cuando, hace un año, te dije, estúpido de mí, que ya no te amaba.
 
 





lunes, 9 de febrero de 2015

El niño que amaba a su sombra



Desde que vivía con sus abuelos, Joel no salía de casa. Eran ya muy viejos para cuidar de un niño de cinco años, huérfano de padre y madre, pero todavía se sentían con fuerzas para criarlo.

A sus setenta y muchos años, los abuelos del niño trabajaban el campo y, por lo tanto, debían dejar a la criatura sola, durante unas horas, en la buhardilla, jugando con los muñecos que le hacía su abuela con pedazos de cartón hábilmente pegados y que hacían la delicia del chiquillo.

Joel no iba a la escuela y en el pueblo nadie sabía de su existencia pues los ancianos no querían que los servicios sociales se lo arrebataran, argumentando su incapacidad para hacerse cargo de un niño de tan corta edad. Así pues, éste se pasaba todo el tiempo que sus abuelos estaban en el campo o en la granja encerrado en aquella estancia, desde donde podía divisar los cultivos y bosques circundantes.

Un día, no obstante, quiso salir a dar una vuelta por los alrededores. Saldría solo un rato y sin alejarse demasiado de la masía, no fuera que sus abuelos le sorprendieran y lo encerraran bajo llave, tal como le habían dicho que harían si les desobedecía y salía de su escondrijo cuando ellos estuvieran ausentes. Tras su primer paso al exterior, un sol brillantísimo, como nunca hasta entonces había percibido desde la habitación de sus juegos, le deslumbró tan intensamente que tuvo que agachar la cabeza. Y entonces la vio.

El espanto que le produjo lo que tenía pegado a sus pies le hizo correr como una liebre, pero lo peor de todo era que aquella negra mancha le seguía por doquier sin que pudiera separarse de ella. Corría tan deprisa como él. Ahora la tenía a la derecha, ahora a la izquierda y, fuera donde fuese, giraba y giraba a su alrededor sin que pudiera librarse de su perseguidora.

Finalmente, agotado, sin resuello y con el corazón saltándole como un potro desbocado, se tumbó cuan largo era, abatido. Que sea lo que Dios quiera –pensó- yo ya no puedo más. Que el niño Jesús y la Virgen María me protejan, acabó diciendo cerrando los ojos tan fuertemente que casi le dolían.

Al comprobar que nada pasaba, los abrió de nuevo y solo vio un cielo claro y el mismo sol deslumbrante, pero al incorporarse comprobó que aquella cosa de la que huía estaba también allí, acurrucada a su lado. La contempló con detenimiento, parecía muerta pero no lo estaba, se movía cada vez que él lo hacía. Parecía imitarlo en todos sus movimientos, incluso tenía una forma parecida a él pero más fea, a ratos más achatada o más alargada. Parecía inofensiva pues no le hacía daño alguno. La tocó. Se veía plana pero no tenía cuerpo, allí donde tocaba solo tocaba tierra, qué extraño.

Se puso en pie y decidió volver a casa, no fuera que sus abuelos volvieran del campo y se preocuparan por su ausencia.

Al poco, entraba en la masía contento pues pensaba que tendría algo nuevo con lo que jugar a partir de entonces. Si aquella cosa no le abandonaba es que buscaba su compañía, quería ser su amiga. Lo único que le preocupaba era que sus abuelos no permitieran que aquello se quedara con él en casa.

Pero solo traspasar el umbral, se dio cuenta de que aquella compañera, hasta entonces inseparable, le había abandonado, había desaparecido. Quizás había huido. Salió afuera y la volvió a ver pegada a sus pies. Eso es que le asusta esta casa, es tan oscura -se dijo. Pues bien, entonces que se quede aquí fuera, que ya me las apañaré para encontrar un momento, cada día, por la mañana, para escabullirme y salir a jugar con esta cosa que, por lo que parece, solo me quiere a mí. Si ella no se separa de mí, yo no me separaré de ella. Será mi única amiga. Casi no la conozco y ya siento que la quiero –concluyó.

Joel se adentró de nuevo en la casa para esperar a sus abuelos y, mientras esperaba, pensaba qué nombre le pondría a esa amiga que acababa de hacer. Ya lo sé -exclamó, de pronto-. La llamaré “sombra”, como la perrita negra de los abuelos que murió y que tampoco se separaba de mí.

domingo, 8 de febrero de 2015

Ilusiones vanas


Todos tenemos derecho a soñar despiertos, a tener ilusiones aunque puedan parecer vanas.

No he tenido nunca ansias de ser un ganador (aunque tampoco un perdedor, claro) y nunca me ha gustado competir, quizá porque mi autoestima nunca ha estado a la altura de la de la mayoría de los mortales. No obstante, sí que me gustaría que mi blog, al que le tengo un gran cariño, pues lo he parido yo, fuera merecedor de algún tipo de reconocimiento, un reconocimiento que me sirva para seguir escribiendo con más satisfacción si cabe (aunque, de lo contrario, también seguiré haciéndolo con la misma ilusión de siempre).

Sé que es una ilusión vana pues no cuento con mucho/as seguidore/as. Aun así, ¿por qué no probar? Al fin y al cabo de ilusiones también se vive.

Como digo, nunca he buscado, hasta ahora, premio alguno pero para todo hay una primera vez y ya tengo una edad para permitirme ciertas libertades.

Así pues, si tu, querido/a lector/a, que has recalado en esta apartada orilla, crees que lo que has visto y leído merece algún tipo de recompensa, digámosle premio, puedes votarme como candidato al premio 20 Blogs 2014, organizado por 20 Minutos y en el que, en su IX edición, participo en la categoría Blogosfera. A tal fin, he habilitado para ti el enlace que encontrarás en el margen derecho de esta página y que, pinchando en él, te llevará hasta donde podrás ejercer tu derecho al voto a mi favor.

Pase lo que pase, recibe mi agradecimiento por adelantado.
 

 

jueves, 5 de febrero de 2015

Manos a la obra



Andrés estaba hecho un mar de dudas después de lo ocurrido la mañana anterior.

En el bar donde desayunaba, había oído una conversación que mantenían dos individuos en la mesa de al lado. El más alto, el que le daba la espalda, no cesaba de mirar de un lado a otro para comprobar que nadie estuviera escuchando.

Fue entonces cuando Andrés, picado por la curiosidad, prestó atención a lo que decían.

-Ándate con cuidado, pues si nos descubren la hemos pringao –le decía el alto a un tipo pequeño con cara de malas pulgas, inclinando su cuerpo hacia delante.
-Tranquilo, hombre, que lo tengo to controlao –le contestó éste intentando calmarlo.

Pero lo que alarmó a Andrés fue lo que captaron sus oídos después de que unos ruidosos clientes abandonaran el local.

-Liquídalo cuanto antes. No le podemos fallar al jefe. De lo contrario, estamos muertos, ya viste lo que le hizo a Remigio por no rematar bien su último trabajito –le decía el alto al que parecía ser su subalterno.
-Pero una cosa es limpiar el lugar pa que no se note que hemos estao allí y otra esto. No sé si podré –le contestó éste.
-Tú haz lo que te he dicho y todo saldrá bien. Una vez lo hayas hecho con ese fulano, la siguiente será más fácil, ya lo verás.
-Vale. Mañana a las diez iré a casa de ese tío y asunto liquidao. Espero que esté solo pues si hay testigos tendremos que aplazarlo.
-Pues manos a la obra. ¿Sabes la dirección?
-Pos claro, es ande fuimos con el jefe pa conocer el percal antes de aceptar el trabajo. Lo tengo aquí apuntao: Calle Rocío, veintitrés, tercero segunda.

Cuando los dos sujetos salieron del bar, Andrés se apresuró a seguirlos. Su curiosidad iba en aumento y quería saber dónde se dirigían. Si estaba en lo cierto, podía salvar la vida de un inocente.

Tras un largo trayecto a pie, los dos tipos se internaron en un almacén, desapareciendo de su vista. Al cabo de una hora de espera sin ver movimiento alguno, Andrés optó por dar media vuelta y volver a casa.

Ahora trataba de elaborar un plan de actuación. No sabía si debía acudir primero a la policía y contarles lo que sabía o bien apostarse frente al número 23 de la Calle Rocío para ser testigo del delito antes de ponerlo en conocimiento de las autoridades. Eran las ocho. Solo quedaban dos horas.

Finalmente, se decidió por lo primero y, contrariamente a lo que temía, dieron crédito a lo que contó. A las diez en punto, un contingente policial armado hasta las cejas entró en el domicilio de quien habían identificado como el juez Aurelio Latorre, tirando la puerta abajo. Querían pillar al asesino antes de que atentara contra la vida de aquel magistrado que, seguramente, habría enviado a la cárcel a algún delincuente que ahora quería vengarse contratando a un asesino a sueldo.

Pero en la mano del presunto asesino no había ningún arma sino una hoja de papel que tendía a su presunta víctima. ¿Qué sucedía allí? Estaba claro que se estaba cometiendo un delito pues las caras de ambos individuos era un poema al ser sorprendidos con las manos en la masa. Lo que estuvieran maquinando, se aclararía en comisaría.

El señor comisario se puso las gafas para leer aquel papel que le acababa de entregar el sargento al mando de la dotación y que aclararía los hechos.

Se trataba de un recibo expedido por Hermanos Gutiérrez, Obras y Reformas Integrales del Hogar, S.L. por la “reforma de una cocina y dos baños” que ascendía a 58.750,- euros.

-¿Qué significa esto? –gritó el comisario, blandiendo la hoja de papel ante las narices del sargento.
-¿No se da cuenta, señor comisario? ¡Es la prueba! –contestó el interpelado constatando lo evidente-. Les hemos pillado en flagrante delito. A los dos. Ese tipo con cara de bruto le intentaba cobrar a un juez del Tribunal Superior de Justicia un pastón por unas reformas en su domicilio.

Y ante la cara de incomprensión del comisario, el sargento añadió:

-¡Sin cobrarle el IVA, señor comisario, sin cobrarle el IVA!
 
 

 

lunes, 2 de febrero de 2015

Hogar dulce hogar



Tuvo que volver a pesar de haberles jurado que no lo haría. Cuando se fue, dando un tremendo portazo, renegó de aquella casa en la que tantas agrias discusiones e incomprensiones había tenido que soportar.

Tras un año de ausencia, reconocía su error. Ahora debía dar marcha atrás y volver al hogar del que nunca debió partir. La tremenda nostalgia que sentía por lo que había perdido era más insoportable que tener que tragarse su orgullo. Volvería para recuperar lo más preciado. A veces, hay que renunciar a ciertas libertades en aras del bienestar y la estabilidad emocional.

Entraría sin darles tiempo a reaccionar, subiría a su habitación y por fin podría volver a disfrutar de sus videojuegos favoritos.