sábado, 2 de noviembre de 2013

Las puertas


Rosa siempre había sentido una aversión irrefrenable hacia las puertas cerradas. Siendo muy pequeña, quedó accidentalmente encerrada en el trastero unos pocos minutos hasta que su madre la rescató. Sus gritos casi se oían por todo el vecindario.

Desde entonces le aterraba permanecer en cualquier estancia con la puerta cerrada. Ni el mejor psiquiatra pudo librarla de esa fobia, ni siquiera mediante hipnosis. La única solución factible era desafiar al terror y la mejor forma de hacerlo pasaba por dormir una noche con la puerta del dormitorio cerrada con llave. Pasara lo que pasara debía soportarlo. Sólo sería una noche. Su marido abriría la puerta a la mañana siguiente y comprobaría cómo todo se había solucionado. Sería como resistir el síndrome de abstinencia. Sería duro pero lo agradecería. No había, según el psicoterapeuta, otra salida.

Rosa se desvistió lentamente sin dejar de mirar fijamente a esa puerta que la separaba de la libertad. No se veía capaz de lograrlo pero no podía defraudar a su marido, que había puesto en ella toda su confianza. Así que resistiría lo que fuera para no defraudarle. Ojalá funcione, ojalá funcione, se repetía maquinalmente como si de un mantra se tratara.

La noche venció al día y el sueño venció a Alberto que, sentado frente al dormitorio, pretendía hacer guardia.

Se despertó al alba. Habían pasado cinco horas y parecía que hacía sólo unos minutos que se había sentado frente a esa puerta.

Primero llamó con los nudillos, luego la llamó por su nombre y, al no recibir respuesta, decidió entrar sigilosamente para no despertarla en caso de que todavía durmiera.

Pero la cama estaba vacía y sin deshacer. Miró alrededor abarcando con la vista todo el espacio y no estaba. No había podido salir pues ella no tenía llave y, además, él la hubiera oído. Y por la ventana tampoco había podido huir pues las persianas seguían bajadas y los pestillos de seguridad puestos.

Hoy hace un año de ello y Rosa todavía no ha aparecido.



2 comentarios:

  1. ¡Dios mío, qué relato más interesante!, sinceramente me ha sabido a poco, pues me he metido en la historia hasta dentro.
    Le has dado un final extraordinario, con el cual te quedas con ganas de saber...
    Me resulta maestra tu forma de escribir. Me ha encantado Josep.
    Un abrazo.

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    1. Caramba! Nunca había recibido ni esperaba recibir un elogio como este. No sabes cuánto me anima saber que hay alguien al otro lado que le gusta lo que escribo. Aunque cuando empecé esta "aventura" dije que sólo escribía por placer y no para complacer, siempre halaga una buena crítica y es que, al fin y al cabo, somos asquerosamente humanos (con perdón). Un abrazo.

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